No te olvides de los pobres

Artículo publicado en abc.es Sevilla
Mariano López de Ayala, Director de Cáritas Sevilla
Nuestras entidades actúan de manera subsidiaria y ante situaciones a las que a la Administración le cuesta llegar.

Ha contado el mismo Papa Francisco que cuan­do la votación de los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina dio como resultado su elec­ción como Obispo de Roma, teniendo a su lado al brasileño cardenal Hummes, éste le abrazó y le dijo: «Jorge, no te olvides de los pobres».

Próximamente en el largo año electoral, los ciudadanos vamos a ser convocados a elegir nuestros nuevos ayuntamientos. Existen muchos factores que influyen en la decisión de voto de cada elector. Me gustaría llamar la atención sobre un aspecto que para muchos pasará desa­percibido o no ocupará el lugar prioritario que ocupan otros. Me refiero a que a la hora de tomar esa importante decisión nos fijemos de manera especial en lo que los dis­tintos partidos proponen sobre las políticas sociales, es decir, aquellas que van dirigidas a la corrección de las de­sigualdades sociales, a la lucha contra la exclusión social y la pobreza, a las políticas dirigidas a la integración en favor de los colec­tivos más desfavorecidos... Y aunque los ayuntamientos sobre esta mate­ria tienen competencias comparti­das, y en nuestro sistema político son las comunidades autónomas las responsables directas de dichas políti­cas, las administraciones locales tie­nen un amplio margen de maniobra y pueden, en este sentido, adoptar medidas sobre todo presupuestarias, que apuesten por hacer de estas políticas una de sus prioridades.

Caritas y otras entidades sociales pensamos que los próximos comi­cios ofrecen, a todas las fuerzas po­líticas y agentes sociales, una opor­tunidad para avanzar en la supera­ción de una situación social especialmente delicada y cuyo alcan­ce sobre las personas más desfavorecidas es públicamen­te conocido. Llevamos mucho tiempo llamando la aten­ción sobre cómo la crisis económica no ha afectado a to­dos por igual y que, junto a quienes apenas han sufrido sus consecuencias o incluso algunos se han beneficiado de la misma, han sido las personas y colectivos que ya se encontraban en peores circunstancias, los que han visto aumentar su situación de pobreza y exclusión. Recorde­mos que el reciente informe Foessa, publicado por Cari­tas Española señala que 2,1 millones de andaluces (700.000 hogares) viven en situación de exclusión social y de ellos, un millón de personas (334.000 hogares) vive en situación de exclusión severa. Sólo un tercio de la población de An­dalucía vive plenamente integrada y no sufre alguno de los factores que causan la situación de exclusión.

Los números a veces resultan fríos y nos insensibili­zan. Las estadísticas no tienen rostro. Acostumbrémonos a poner cara a esas cifras; detrás de ellas hay miles de historias personales que afectan a seres humanos, niños, jóvenes adultos y ancianos que sufren esas situaciones; personas para los que la crisis económica no ha supues­to ni un índice en la prima de riesgo, ni la pérdida de unos puntos en la remuneración de sus ahorros ni tampoco tener que prescindir de algunos caprichos o reducir en ocio o viajes, sino algo más importante, la posibilidad de ali­mentarse adecuadamente, poder pagar un recibo de luz o gas, no perder su vivienda o poder pagar el alquiler... en definitiva, poder atender sus necesidades básicas y vivir con dignidad.

A la luz de todos estos síntomas, que muchas organiza­ciones hemos destacado y denunciado y contra las que se­guimos luchando (muchas veces por encima de nuestra posibilidades y responsabilidades ante muchas dejacio­nes y olvidos de los poderes públicos), es necesario sentar las bases de un nuevo modelo social que los más empo­brecidos nos están reclamando. La actual situación social exige respuestas valientes, generosas e imaginativas. Urge establecer un nuevo orden de prioridades por parte del conjunto de los poderes públicos que permita abordar, con auténtica visión de futuro y de manera sólida, la solución de las asignaturas todavía pendientes en la estructura so­cial, que han impedido de forma recurrente, en las tres úl­timas décadas, el acceso a unas mínimas condiciones de bienestar y de dignidad de una parte importante de ciuda­danos y ciudadanas que siguen viviendo por debajo del umbral de pobreza Los servicios sociales públicos no pue­den ser la cenicienta de nuestras administraciones y par­ticularmente de muchos de nuestros ayuntamientos. Esos servicios, junto a las entidades del tercer sector, resultan imprescindibles frente a los problemas de aislamiento y al debilitamiento de los apoyos familiares. Sin ellos, es imposible construir una sociedad integra­da y justa. Y dichos servicios no pueden reducirse a la mera gestión de las prestaciones económicas, sino que deben ayudar y facilitar la promoción y el empoderamiento de las personas.

Las entidades de acción social, entre las que se incluye Caritas, hemos asisti­do con preocupación a los recortes que en los últimos años han afectado a los servicios sociales públicos, asumiendo, en muchas ocasiones, competencias y acciones que no nos correspondían. Cre­emos y exigimos unos servicios públi­cos bien dotados, personal y presupues­tariamente. Nuestras entidades actúan de manera subsidiaria y ante situacio­nes a las que la Administración le cues­ta llegar, pero ni queremos ni debemos sustituir la acción pública. Estas preocupaciones, ante la situación de muchos de nuestros conciudadanos y las políticas que desde las dis­tintas formaciones políticas se propongan para superarlas, deberían estar en nuestro horizonte a la hora elegir nues­tras opciones. La caridad, como virtud de particular impor­tancia para los cristianos, es también caridad política que se preocupa de las estructuras sociales y busca construir una sociedad más justa. Y el ejercicio del voto es quizá una de las expresiones y contribuciones más destacadas. Por último, no olvidemos que «la opción preferencial por los pobres» no es un postulado de una corriente teológi­ca, sino un principio que nace del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, y que particularmente ha venido sub­rayando las enseñanzas de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Dicha opción debe aplicarse en nuestras res­ponsabilidades sociales y, consiguientemente en nuestro modo de vivir y en las decisiones que debemos tomar.