Hoy, 4
de junio, se celebra la Solemnidad de Pentecostés y el día de la Acción
Católica y Apostolado Seglar. Bajo el lema “Salir,
caminar y sembrar siempre de nuevo”, la Jornada nos invita a sembrar la
Palabra de Dios para ser promotores del diálogo en la sociedad y constructores
de la civilización del Amor. De esta manera, podremos transmitir los valores y
actitudes que contribuyan a construir un mundo más justo y fraterno.
Mensaje
de los Obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
Una de las cuestiones que más puede iluminar
nuestro horizonte evangelizador es el de valorar el papel de los laicos para
una Iglesia en salida. Hablar de laicado es significar una Iglesia que se
encarna en la sociedad de hoy. Tenemos que agradecer el testimonio de miles de
laicos que a través su vida proclaman el Evangelio en una sociedad cada vez más
secularizada; y agradecer también la acción pastoral y misionera de parroquias,
hermandades, asociaciones y movimientos, que nos ayudan a fortalecer y transmitir
nuestra fe.
Tenemos que recuperar la fe en el ámbito de
lo público. En un contexto que tiende a relegar la fe a la pequeña esfera de lo
privado, necesitamos cristianos que hagan visible la acción del Espíritu en el
día a día de la vida familiar, laboral, cultural y social. Tanto en los
pequeños gestos o vicisitudes de nuestra vida ordinaria, como en las
estructuras o entramados sociales que repercuten decisivamente en la vida
pública.
Por tanto, es tiempo de salir. Salgamos de
nosotros mismos. Nuestra fe es expansiva. Es acoger la llamada amorosa que Dios
nos hace para regalar su amor a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que
más lo necesitan. No hay mayor alejamiento de Dios que no querer salir de uno
mismo, pero su Espíritu siempre tira de nosotros hacia afuera. Abramos nuestro
corazón a su acción. No es tiempo de recluirse, ni personal ni
comunitariamente. Abramos nuestros ojos a la realidad que nos rodea.
Reconozcamos nuestros vacíos, nuestras heridas y las de todas las personas de
nuestro entorno social. Vayamos al encuentro de toda realidad sufriente para
transmitir la misericordia de Dios, la fuerza sanadora que nos restaura y nos
encamina a la plenitud. No nos dejemos ganar por la indiferencia. Apostemos por
una Iglesia que, a modo de “hospital de campaña”, trata de curar con los medios
que tiene allá donde está el enfermo. La misión no pasa por acciones puntuales,
ni es cosa de especialistas. Todos hemos recibido esta encomienda. Los laicos
habitáis en el mundo, estáis de continuo en contacto con toda esta realidad.
Vivid con alegría esta tarea de transmitir el rostro misericordioso de Dios
allá donde están nuestros contemporáneos.
Es tiempo de caminar. Los cristianos no
deambulamos por el mundo, tenemos un fin, una orientación última que da sentido
a nuestra vida. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). Él nos
acompaña siempre. Y juntos, como Iglesia, caminamos siguiendo sus pasos. La fe
no es estática, la fe genera un dinamismo vital que nos impide quedarnos
quietos. Tenemos que ahondar en la esencia de la vocación que hemos recibido en
el bautismo, entendiendo que Dios constantemente nos propone acercarnos más a
Él y a los hermanos. ¿Abrimos nuestros oídos a su voz? ¿Estamos dispuestos a
responder a su llamada? ¿A seguirle? Asumir el papel del laicado en la misión
de la Iglesia, la superación del clericalismo, pasa por entender que Dios tiene
un plan para cada uno de nosotros, un proyecto de vida que nos encamina a ser
felices y a sentirnos corresponsables en la construcción de su Reino.
Es tiempo de sembrar. Queremos sembrar la
Palabra de Dios en el corazón de todos los hombres. «Todos somos llamados a
ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que
más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su
fuerza, y le da un sentido a nuestra vida. Tu corazón sabe que no es lo mismo
la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y te
da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a otros» (EG, n. 121). Y
así, «en la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será
un ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos» (EG, n.
180). Sembrar la Palabra de Dios implica ser promotores de diálogo en la
sociedad y ser constructores de la civilización del Amor, tratando de
transmitir valores y actitudes que contribuyan a la edificación de un mundo más
justo y fraterno.
Siempre de nuevo. No se trata tanto de hacer
cosas nuevas, que también, sino hacer nuevas las cosas que hacemos. Esto pasa
por apostar por la autenticidad. Todos somos llamados a ser evangelizadores con
Espíritu, personas que arraiguen su vida en Cristo para ser sus testigos. Él es
quien sostiene y anima nuestra acción evangelizadora, suscitando en nosotros el
deseo de vivir siempre el dinamismo de la fe, que es también el dinamismo del
amor, que busca dar siempre gratis lo que gratis hemos recibido, sin pararnos
en nuestros límites y dificultades, sino dejarnos en todo momento conducir por
sus inspiraciones.
Le pedimos al Espíritu Santo que infunda en
nosotros la fuerza para anunciar la novedad y la alegría del Evangelio con
audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar (cf. EG, n. 259).
Presidente
Mons.
Javier Salinas Viñals Obispo Auxiliar de Valencia