En la Biblia
cristiana se habla de dos hombres, Pedro y Cornelio, dos hombres totalmente
distintos por cultura y fe, que cuando se conocen descubren una verdad de la
voluntad común de Dios para ambos que ninguno de los dos había visto hasta
aquel momento. Aprenden que el Espíritu Santo derriba los muros que dividen y
une a aquellos que podrían pensar que no tienen nada en común.
En todo
el mundo, mujeres, hombres y niños se ven obligados a dejar su tierra a causa
de la violencia, la persecución, las catástrofes naturales y provocadas por el
hombre, las carestías y otros factores. El deseo de huir del sufrimiento es más
fuerte que las barreras que puedan levantar para cortarles el camino. La
oposición de algunos países a la emigración de los desplazados por la fuerza no
impide que aquellos que se ven expuestos a sufrimientos intolerables abandonen
sus casas.
Los
países ricos no pueden eludir la responsabilidad de las heridas infligidas al
planeta –catástrofes naturales, tráfico de armas, desigualdades en el desarrollo–
que provocan la emigración forzada y la trata de seres humanos. Si bien es
cierto que la llegada de inmigrantes a los países más desarrollados puede
plantear desafíos no indiferentes, también es cierto que puede ser una
oportunidad para abrirse y cambiar. El mismo papa Francisco nos plantea la
pregunta: "¿Cómo vivir estos cambios, para que no se conviertan en un
obstáculo para el auténtico desarrollo, sino que sean una oportunidad para un
auténtico crecimiento humano, social y espiritual?". Las sociedades que
encuentran la valentía y la visión para superar el miedo al extranjero y al
inmigrante, descubren pronto la riqueza que estos traen consigo, desde siempre.
Si
nosotros, los miembros de la familia cristiana, continuamos mirando a los
refugiados como un peso, nos privamos de las oportunidades de manifestar
solidaridad, unas oportunidades que son siempre de aprendizaje mutuo, de
enriquecimiento recíproco, de crecimiento conjunto.
No es
suficiente que los cristianos profesen amor por Cristo: un credo es auténtico
solo si se plasma en un acto de amor. Nosotros somos un único Cuerpo de Cristo,
sin dividir. Como dijo Dietrich Bonhoeffer: "Solo a través de Jesucristo
somos recíprocamente hermanos y hermanas... A través de Cristo nuestra mutua
pertenencia es real, integral, y para siempre". Si somos un único cuerpo,
somos el tejido de una trama de solidaridad que nos define y nos exige.
Los
signos de solidaridad pueden multiplicarse hasta rebasar los límites de la
religión y de la cultura. Conocer a creyentes de otras convicciones nos
estimula a profundizar en el conocimiento de nuestra fe; y en el encuentro con
nuestros hermanos y hermanas refugiados, Dios nos habla y nos bendice como hizo
con Cornelio y Pedro. En cada encuentro verdadero se produce un intercambio de
dones. Compartiendo con otros lo que tenemos y poseemos, descubrimos que todo
lo recibimos gratuitamente de Dios. Al mismo tiempo, acogiendo a aquellos con
los que entramos en contacto, encontramos al Dios que está siempre presente
junto a los vulnerables, a quien vive en la periferia, y en el prójimo.
En el
mundo vemos cada vez más que se levantan muros para mantener alejados a los
desplazados. No son solo muros reales, sino también los muros del miedo, el
prejuicio, el odio y las ideologías. Intentemos, pues, en cuanto única familia
humana, construir puentes de solidaridad en lugar de muros que dividen.
Nuestras hermanas, nuestros hermanos refugiados nos ofrecen la posibilidad de
enriquecernos y desarrollarnos mutuamente: Dios nos permite encontrarles.
Con la
creación de nuevos cuadros normativos internacionales –como el Global Compact
2018: uno sobre refugiados y uno sobre migrantes– los Estados deberían no solo
garantizar que la responsabilidad en la respuesta a estos fenómenos es más eficaz
y compartida sino también aceptar la oportunidad de reconocer y valorar la
aportación de los refugiados y los inmigrantes a las comunidades que les
acogen.
Publicado
en la web del Servicio Jesuita a Refugiados: http://es.jrs.net/noticias_detalle?TN=NEWS-20170616052037