Con cierta frecuencia, la presencia más
inmediata, mi primera misión y compromiso, es tan exigente y compleja que puede
limitar mi perspectiva de la realidad, hacerme caer en la indiferencia o la indolencia frente a mi prójimo.
Dedicarme
a los hijos en la etapa de la crianza, al cuidado de los padres y mayores
cuando comienzan a fallarles las fuerzas, desempeñar con honestidad el trabajo
que realizo, ocuparme con coherencia en el estudio y la formación, cuidar a la
comunidad a la que sirvo y en la que vivo, involucrarme con fe y compromiso en
voluntariados y misiones, puede hacer que me olvide de otras realidades, que
las vea como algo lejano, o que poco tiene que ver con lo mío.
En la
oración de hoy se me invita a dejar que mi corazón y mi mirada sobre la
realidad de la inmigración se acompase al latido de del corazón de Jesús, que
mi manera de ver, se vaya graduando a la manera de Cristo.
"Cuando el extranjero habite con
vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis. Como a uno de vosotros trataréis al
extranjero que habite entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo, porque
extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo, Jehová, vuestro Dios”. (Lev
19, 33-34).
Publicado en el blog “Taller de oración” de CVX
Valladolid: